sábado, 21 de marzo de 2009


Recuerdos.
Como los de la casa de mi infancia. Hubo otras casas en las que viví de pequeña, pero la que más viene a mi memoria es esa. La antigua, la enorme y de inmenso patio.
Esas persianas angostas y altas, altísimas. Solo de la cama cucheta podía mirar a la calle. Y el techo era inalcanzable. Y tenía vigas de madera, que ya estaban rotas a punto de quebrar.
Me acuerdo de una vez que estaba enferma. Yo no duermo de día, pero esos días me la pasaba durmiendo y delirando de fiebre. Venía mi doctora a verme todos los días. La escena era similar al cuento de Eduardo Wilde "Tini", solo que yo no m estaba por morir. La habitación la compartíamos los 4, pero era tan enorme. Había tanto espacio. Y mi cama conmigo acostada se veía tan solitaria.
Las veces que tenia pesadillas, salía en el medio de la noche, al no dejarme mi padre que duerma con el, me iba al patio a llorar y a pedirle a Dios que por favor no vuelva a soñar con esa bruja verde. En esas noches, el patio estaba completamente iluminado por la luna. Y también era muy grande, y oscuro, lleno de árboles. No entiendo cómo no me daba miedo en aquel entonces.
O esos días de verano que me obligaban a dormir siesta a mi hermano y a mí, para que no agarremos sol. Odiaba eso. Mi hermano chiquitito un día que todos "dormíamos la siesta" se levanto de la nada con su cuerpecito flaco, cual garabato de personita hecha d palitos, y la sola silueta que se asomó por la punta de la cama me hiso reír tanto tanto que desperté a todos, pero por suerte todos empezaron a reír como yo.
Y en las tardes jugábamos interminables horas en la pelopincho verde, la primera que tuvimos. Y después tomábamos chocolatada con unos bizcochos con azúcar arriba, que se llamaban caras sucias y mirábamos "Carrusel".
Y el día que trajimos un chanchito para comer a fin de año, y se nos escapo, y nos corría por toda la casa. Que triste cuando lo atraparon.
O esas noches en vela con mi mamá, haciéndome los trajecitos de indiecita, coyita o conejita. No se porqué cuando de indiecita mi disfrazó me puso brillo en la cara y m pinto los labios de rojo, y lo peor cuando de conejita me puso en la cola un pompón grande grande y todos se reían de mi.
Cuantos recuerdos.
Otro día jugando a la peluquería en el fondo del patio le corte el pelo a mi hermano. No tuvo arreglo. Quedo desfigurado. Los tijeretazos eran tan impresionantes, imposible de disimular.
O cuando todos mirábamos el mundial del ‘90 en la cama grande, y cantábamos la canción esa Un’estate italiana. Desde la cama, los 4, y mi papa subía el volumen para grabar la canción con una rama de un árbol, porque en aquel entonces no había control remoto.
Que felices éramos.
Ahora esta todo tan roto.
Tan sin arreglo.
Apenas si nos hablamos. Apenas es posible la convivencia.
Ya no estamos en la misma casa, mi padre ya no esta con nosotros.
Ninguno de nosotros ya no esta con nosotros en realidad.
Y pronto nos iremos definitivamente de aquí.
La familia siempre estará. Pero eso, que teníamos hace tiempo no volverá.
La casa sigue ahí. Permanecen en allí mis mejores recuerdos.

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